¡Qué tal, colegas! Les escribe “Un DiDi Más en Culiacán”. Les quiero contar una anécdota que me dejó con más preguntas que respuestas.
Era lunes, como a las 7 a.m., y todo iba bien: viajes cortos, buen ritmo, buen pago. Hasta que tomo uno largo: de la colonia Bicentenario hacia Torres Tres Afluencias. La pasajera sube apurada, apenas dice “Se me hace tarde” con una risa nerviosa. Desde ahí supe que el viaje iba a estar incómodo.
Tomo la ruta que me marca la app y cinco minutos después, me dice que tomemos otra ruta. Le comento que la que llevo es la más rápida, pero que si prefiere otra, con gusto. 
No tardamos dos minutos cuando me dice “toma aquí a la derecha”. Yo pensaba seguir por la Alfonso Zaragoza y cruzar el puente para salir en el Sam’s, pero ella me indica que mejor tomemos por el centro, la Rosales, para salir a Fórum y rodear. La verdad, era ilógico, pero le tomé la palabra. Sabía que íbamos a tardar más, y tal vez por eso mismo no le discutí.
Bueno, tomamos esa ruta y, tres minutos después, justo a la altura de la Prepa Central, agarro una varilla de esas poncha llantas que de repente aparecen por la ciudad (ya saben, cosas que pasan por la violencia en el estado). Y claro, se me poncha la llanta.
Ella se molesta como si yo lo hubiera hecho a propósito. Yo, la verdad, ni discutí. Paré el viaje, le deseé buen día, le dije que pidiera otro y que no se preocupara por el pago, que ese iba por mi cuenta.
Y aquí van mis dudas, que les lanzo a ustedes, colegas:

• ¿Siempre hay que seguir el mapa, aunque el pasajero diga otra cosa?
• Si pasa algo como esto, ¿el usuario debería esperar?
• ¿Se cancela? ¿Se cobra?
• ¿Vale la pena discutir o mejor soltar?

Yo no tengo todas las respuestas, pero sé que muchos de ustedes han pasado por algo similar. ¿Ustedes qué hubieran hecho? ¡Los leo!